A veces siento ganas de escribir, pero me faltan las palabras. Siento esas ganas que arden sobre mi pecho y no puedo evitar porque, una vez que escribes dos líneas, es imposible detenerte para siempre. Unas cuantas letras comienzan a salir de ti, de tus sentimientos, de tus ganas, de tus miedos, anhelos y tristezas… Entonces te haces adicto a ellas, no puedes detenerlas más, simplemente porque no quieres hacerlo, no necesitas hacerlo. Las letras, son tu mejor refugio, el río que recoge tus lágrimas y el trampolín que lanza tus alegrías hasta el cielo. Una o dos palabras al menos por mes en esos meses escasos que parecen vacíos. Aunque sea una o dos palabras, porque es imposible quedarnos callados. Las palabras queman, las palabras vuelan; se juntan y dan vida. Te golpean sobre el pecho pidiendo fuertemente salir al acecho. Y una vez que salen, sientes cómo te liberas por dentro; ese nudo que mantenía totalmente tieso tu corazón, se convierte en suspiros. No puedes huir, las
Pedacitos de mí se describen poco a poco y se van entrelazando como un rompecabezas que me conforma. Me salgo de mi realidad y la siento como si la observara desde fuera, entonces surgen mis letras. Me miro como si alguien más lo hiciera, y entonces, me escribo. Me gusta escribir con sentimientos y pasión, por eso, me agrada mantener mis textos en su primera versión; saliendo del corazón.