Recuerdo que, desde muy pequeña, mi abuelita me repetía una y otra vez que era “necesario” que tuviera una rutina; sin importar cuántas veces le dijera que no me gustaba, sin importar cuánto me molestara escuchar sus palabras repetitivas todo el tiempo, me aseguraba que eso era lo correcto y que yo me encontraba equivocada. Y bueno, es cierto, quizás las rutinas puedan ser positivas en un sentido estricto; sin embargo, sin importar cuántas veces lo medite, yo siempre llego a la misma conclusión… No se trata de que me gusten o no, me sienta cómoda en ellas o no, la verdad es que llega un punto en el cual verdaderamente me aburren, siento que provocan llegar a un punto tal de confort que ni siquiera necesitas pensar, prácticamente te pierdes de vivir, te conviertes en un zombie más. No existe la emoción por el paso que vendrá, simplemente lo conoces, no lo piensas y ya lo has dado. Yo creo que pasamos por esta vida tan solo un ratito y es necesario pringarla de muchos sabores, millones; combinar unos con otros para poder descubrir sabores inigualables o descubrir tragos tan amargos que no querrás probar jamás de nuevo. Pero, para poder conocerlos, es necesario lanzarte sin miedo. Últimamente me he detenido un poquito más a pensarlo, precisamente porque me he sentido atrapada en una rutina y, es ahí mismo en donde he descubierto que es necesario salir de ella siempre; sentir emoción, sentir adrenalina por algo. Esto siempre te alentará al abrir los ojos por la mañana. No es lo mismo ser un robot programado para levantarse y hacer lo que debe cada mañana que, levantarse y estar ansioso, a la expectativa por algo que ocurrirá, algo que deseas que ocurra o algo que tú mismo harás ocurrir.
Ni siquiera es necesario hacer las grandes cosas para darle un matiz diferente a cada día. Es tan común que entre el trabajo, escuela o quehaceres nos arrastren y nos olvidemos de esa chispa que el vivir debería contener. Pero, no lo sé, ponle búfalo a tu sándwich de la mañana, vete a la playa el fin de semana, sal a tomar un café a solas, riega las plantas que nunca ves.
Haz lo que quieras hacer, haz lo que tengas que hacer…
Pero, por favor, no seas un robot de rutina; dale sabor a tu vida.
Ni siquiera es necesario hacer las grandes cosas para darle un matiz diferente a cada día. Es tan común que entre el trabajo, escuela o quehaceres nos arrastren y nos olvidemos de esa chispa que el vivir debería contener. Pero, no lo sé, ponle búfalo a tu sándwich de la mañana, vete a la playa el fin de semana, sal a tomar un café a solas, riega las plantas que nunca ves.
Haz lo que quieras hacer, haz lo que tengas que hacer…
Pero, por favor, no seas un robot de rutina; dale sabor a tu vida.
Escrito por: Cecilia Abreu
Me has convencido, renunciaré a mi empleo.
ResponderBorrar....bueno talvez no, (porque me gusta comprar cosas estúpidas de vez en cuando). Pero la verdad es que estoy totalmente de acuerdo con la idea en general, y aveces es un poco mas difícil evitarlo.