Cuando el reloj marca las 12:01 a.m
y cae el 1 de enero,
una euforia entra en muchos corazones,
transformaciones ocurren en interiores,
vuelan propósitos,
estallan fuegos artificiales,
todos se invaden con abrazos.
Un minuto hace la diferencia
para comenzar una nueva vida.
Sesenta segundos se encargan
de cambiar el mundo.
Como si necesitáramos
que pasen 365 días y,
en ocasiones, 366
para poder convertirnos
en todo aquello que soñamos.
Como si no pudiéramos un día
cambiando el reloj a las 3:54 p.m
decidir transformarnos.
O mejorar cada día nuestra vida.
Parece que un error fuera suficiente
para esperar 364 días más,
como si en un minuto
se pudiera arruinar
todo un año.
Como si no tuviéramos
el minuto siguiente.
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