Un día comencé a escribir y me prometí que jamás iba a detenerme… Y me he sido fiel hasta ahora. Aunque de vez en cuando se me escondan las palabras.
Me encuentro escribiendo letras vacías, esas que ignoro, porque para mí escribir es la dicha de compartir y hacer explotar un sentimiento en alguien más.
No escribo, las letras, a veces, no tienen concatenación… No hallan su lugar. Reposo, espero porque sé que llegarán. Dejarán de susurrar suavemente en el oído y comenzarán a gritar hasta desbordarse.
Sé que es imposible que no se atrevan a regresar, me conocen mejor que nadie. Me saben vulnerable, loca, feliz… Conocen el placer que le producen a mi ser, mientras cada una de ellas es plasmada en una hoja vacía.
Así que, no las presiono, ni las exijo… Solamente las dejo reposar y espero a que me pidan aparecer tangibles.
Días que permanecen en silencio. No es que los versos no encuentren su lugar, que las palabras no encuentren en dónde asentarse, que las letras estén desorientadas… Es que no hay nada más que silencio.
Estoy en paz. Me gusta dejarlas libres, ya llegarán; ya necesitarán salir y decir algo, entre pensamientos absurdos, sentimientos y análisis… Ya aparecerán, solamente las dejo descansar.
En ocasiones dudo si las escuché bien; pero estoy segura de que ellas encuentran su lugar, saben a dónde pertenecen.
Un día comencé a escribir y me prometí jamás detenerme… No sabía que esa era una promesa innecesaria, porque aunque las palabras se olviden de mí a veces… También se apoderan de mí cuando quieren y lo harán por siempre. Y soy feliz, en cada ocasión que existen; con cada ocasión que me dan la fortuna de mostrarse ante mí para hacerlas existir.
Me encuentro escribiendo letras vacías, esas que ignoro, porque para mí escribir es la dicha de compartir y hacer explotar un sentimiento en alguien más.
No escribo, las letras, a veces, no tienen concatenación… No hallan su lugar. Reposo, espero porque sé que llegarán. Dejarán de susurrar suavemente en el oído y comenzarán a gritar hasta desbordarse.
Sé que es imposible que no se atrevan a regresar, me conocen mejor que nadie. Me saben vulnerable, loca, feliz… Conocen el placer que le producen a mi ser, mientras cada una de ellas es plasmada en una hoja vacía.
Así que, no las presiono, ni las exijo… Solamente las dejo reposar y espero a que me pidan aparecer tangibles.
Días que permanecen en silencio. No es que los versos no encuentren su lugar, que las palabras no encuentren en dónde asentarse, que las letras estén desorientadas… Es que no hay nada más que silencio.
Estoy en paz. Me gusta dejarlas libres, ya llegarán; ya necesitarán salir y decir algo, entre pensamientos absurdos, sentimientos y análisis… Ya aparecerán, solamente las dejo descansar.
En ocasiones dudo si las escuché bien; pero estoy segura de que ellas encuentran su lugar, saben a dónde pertenecen.
Un día comencé a escribir y me prometí jamás detenerme… No sabía que esa era una promesa innecesaria, porque aunque las palabras se olviden de mí a veces… También se apoderan de mí cuando quieren y lo harán por siempre. Y soy feliz, en cada ocasión que existen; con cada ocasión que me dan la fortuna de mostrarse ante mí para hacerlas existir.
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