Hola, soy ___________________ y acepté que no soy perfect@. Después de una y otra vez intentándolo, después de mucho tiempo de frustración y sufrir con cada imperfección que encontré dentro de mi ser, con cada imperfección que otros señalaron en mí. Decidí aceptar que soy imperfect@ y ese es el mejor reto que encuentro en esta Tierra. Aprender a ser feliz y estar dispuesto al cambio, esperando ser mejor cada día, aún sabiendo que jamás alcanzaré la perfección y eso está bien.
Odié cada imperfección que apareció en mi rostro, cada granito, cada cicatriz y cada arruga; pero odié mucho más mis desperfectos internos, cada error que cometí, cada tropiezo que di, cada caída.
Llegué a la conclusión de que no importa que los otros se enteren de que soy imperfect@, que es sano y está bien. Que no me impide brillar, ni apaga mi luz.
Me di cuenta una mañana cualquiera, tras olvidar mi cartera; me di cuenta cuando lastimé sin intención; me di cuenta cuando tropecé caminando por la calle y también cuando permití que me hicieran daño.
Y acepté que echados a perder venimos al mundo y, no solamente se trata de tratar de componer nuestras piezas, sino también de entenderlas y reconocerlas como nuestras. Que si comprendo a otros por fallar, ¿por qué no me perdonaría a mí? Que si tropiezo y caigo, me levanto; que si me raspo, sigo llorando y que mis lágrimas son gotas de sal que sanan; que está bien sentir y que continuaré siempre.
Imperfectamente dando un paso a la vez y recordando quién soy y hacia dónde voy. Aceptando el mejor y mayor reto de mi vida: ser imperfet@.
Odié cada imperfección que apareció en mi rostro, cada granito, cada cicatriz y cada arruga; pero odié mucho más mis desperfectos internos, cada error que cometí, cada tropiezo que di, cada caída.
Llegué a la conclusión de que no importa que los otros se enteren de que soy imperfect@, que es sano y está bien. Que no me impide brillar, ni apaga mi luz.
Me di cuenta una mañana cualquiera, tras olvidar mi cartera; me di cuenta cuando lastimé sin intención; me di cuenta cuando tropecé caminando por la calle y también cuando permití que me hicieran daño.
Y acepté que echados a perder venimos al mundo y, no solamente se trata de tratar de componer nuestras piezas, sino también de entenderlas y reconocerlas como nuestras. Que si comprendo a otros por fallar, ¿por qué no me perdonaría a mí? Que si tropiezo y caigo, me levanto; que si me raspo, sigo llorando y que mis lágrimas son gotas de sal que sanan; que está bien sentir y que continuaré siempre.
Imperfectamente dando un paso a la vez y recordando quién soy y hacia dónde voy. Aceptando el mejor y mayor reto de mi vida: ser imperfet@.
Escrito por: Cecilia Abreu
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