Siempre nos han dicho que los perros enseñan a amar incondicionalmente.
Pero hoy, mientras comía con Rita, me pregunté si ella estaba conmigo porque le doy comida o porque de verdad me quiere.
Me di cuenta de que tal vez nunca tendré la respuesta con total certeza.
Entonces reflexioné:
Eso no cambia en lo absoluto el amor que yo le tengo.
Que es enorme, por cierto.
Pienso ahora que en realidad quienes nos enseñan a amar incondicionalmente son los gatos.
Los perros lo hacen, sin duda.
Nos aman incondicionalmente, pero eso no hace que nosotrxs sepamos hacerlo o aprendamos en automático.
En cambio, los gatos te hacen amar así.
¿No es el aprendizaje poder hacer algo más que mirarlo solamente?
A mí me gusta amar como se ama a los gatos.
Con libertad.
Con la libertad de irse cuando así lo decidan, pero feliz por cada instante que deciden quedarse.
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