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Escritura Automática

El texto que les muestro a continuación fue hecho en un ejercicio, los invito a hacerlo. Escribir por 10 minutos, con un temporizador que les avise cuándo parar; sin pensar, sin tachar, solo dejando que salga lo que tenga que salir.

Viví con mi abuelita cuando era pequeña, me obligaba a escribir con letras pequeñas... y yo lo odiaba. Pero comencé a creerlo lo correcto, entonces dejé de odiarlo y comencé a esforzarme por ello. Aún ahora, en ocasiones "importantes" mi letra se hace pequeña. Somos lo que aprendemos de otros, de libros, de nuestros sueños. 
Quiero volar muy lejos y vivir mi propia vida sin que nadie me dirija, nadie más que mis sueños e ilusiones. Comenzando con mi casita y terminar brincando en la nieve de Canadá. 
Mi hogar siempre estará en dónde mi corazón está. Ay, pero mi corazón ¿cómo se divide tanto? No lo sé, pero ya tengo al menos tres hogares y eso por decir algo, puedo tener muchos más... Lo sé.
Estoy en el cielo, especialmente en el atardecer.
En los brazos de mi abuelo, susurrándome que toque la guitarra.
Vivo en mi familia porque voy en sus corazones y ellos van en el mío. 
Mis amigos también son un gran hogar para vivir, es un lugar lleno de risas. 
La mano se me cansa de tanto escribir, pero la emoción de las letras cubriendo las hojas en blanco siempre será mayor que mis deseos por dejar de sentir ese pequeño dolor en los músculos del brazo derecho. 
¿El mundo podrá alcanzar en las palabras? ¿Las palabras podrán crecer tanto para describir al mundo? El mundo que yo conozco no es el de la Tierra, es el de mi interior porque he dado muchos pasos ahí, pero en el Planeta Tierra apenas han logrado rozar mis pies... por unos cuantos lugares.
Hay lugares en los que ni siquiera he estado porque no son lugares, son personas que son hogares y ahí también he caminado un poco... Así fue como se convirtieron en hogares.
La libreta en donde escribo tiene un valor muy especial porque me recuerda mucho a un lugar y a un hogar. Ese lugar también es hogar porque vive en mí. 


Escrito por: Cecilia Abreu


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Siempre nos han dicho que los perros enseñan a amar incondicionalmente. Pero hoy, mientras comía con Rita, me pregunté si ella estaba conmigo porque le doy comida o porque de verdad me quiere. Me di cuenta de que tal vez nunca tendré la respuesta con total certeza. Entonces reflexioné: Eso no cambia en lo absoluto el amor que yo le tengo. Que es enorme, por cierto. Pienso ahora que en realidad quienes nos enseñan a amar incondicionalmente son los gatos . Los perros lo hacen, sin duda. Nos aman incondicionalmente, pero eso no hace que nosotrxs sepamos hacerlo o aprendamos en automático. En cambio, los gatos te hacen amar así.  ¿No es el aprendizaje poder hacer algo más que mirarlo solamente? A mí me gusta amar como se ama a los gatos. Con libertad. Con la libertad de irse cuando así lo decidan, pero feliz por cada instante que deciden quedarse . Escrito por: Cecilia Abreu

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